«Cuantas veces entramos en una iglesia, aún hoy, y hemos visto la lista de los precios para el bautismo, la bendición, las intenciones para la misa. Y el pueblo se escandaliza«, dijo el Papa Francisco el pasado 21 de noviembre, y lo ratificó en enero, cuando añadió que «los sacramentos son gratuitos». Recordó que, recién ordenado sacerdote, conoció el caso de una joven pareja de novios que quería casarse con una ceremonia que incluyera la Misa, pero el párroco se negaba porque decía que la celebración no podía durar más de 20 minutos porque se ocupaban dos turnos. «Y para casarse con una misa tuvieron que pagar dos turnos, y esto es un pecado. Cuando vean estas cosas, tengan el valor de decírselo a la cara del párroco», reclamó escandalizado el líder terrenal de la iglesia Católica.
Estas palabras no han calado hondo en Guayaquil, en donde se siguen pidiendo ofrendas económicas, como un requisito más para contraer matrimonio eclesiástico. Y los costos varían, dependiendo de la iglesia escogida, lo que va estableciendo, sin que esté escrito en ninguna parte, la exclusividad de ciertos templos.
Un par de novios hizo su propio recorrido y terminó casándose el sábado 31 de enero en la iglesia de Urdesa Norte, con una contribución de $30.
«Las iglesias no pueden ser especuladoras porque la salvación es gratuita y es imposible perdonar cuando la casa de Dios se convierte en una casa de negocios», fueron las expresiones del Papa Francisco.